Apocalipsis 2000
Una versión prácticamente similar será publicada en la Revista EXACTAmente Nº 12

Guillermo Giménez de Castro
Núcleo de Ciências Aplicações e Tecnologías Espaciais
Universidade Estadual de Campinas
guigue@nucate.unicamp.br
Agosto de 1998

La llegada del nuevo milenio se produce junto con el advenimiento de augurios, algunos de ellos, adversos. Para no pocos el Armagedón está cerca. Un hecho astronómico se puede convertir en el heraldo del fin del mundo. 


Cuando era pequeño solía entretenerme leyendo revistas que contaban cómo sería nuestro mundo en el año 2000. Esas visiones formaban una especie de Brave new World donde la felicidad estaría al alcance de las manos, junto con videofonos, autos voladores, panaceas universales, máquinas que harían todo por nosotros y una lista larga de otras maravillas. Faltando unos 500 días para arribar a tan magna data, podemos decir que algunas de aquellas premoniciones se han formalizado... probablemente la que no, es aquella que preveía la felicidad.

En todo caso la primera pregunta a formularse es ¿qué tiene de especial el número 2000? . En realidad la cuestión es aún más básica y está relacionada con la costumbre tan humana de buscar ciclos. Los días, las semanas, los meses, los años... Estos nos parecen sumamente naturales, pero en la historia de la humanidad han existido (y existen) otros ciclos posibles, generalmente relacionados con episodios astronómicos. El día, es un ciclo completamente natural, lo mismo el año (herencia de nuestro pasado agricultor); el mes, no tanto. Su significado fue cambiando con el tiempo. Inicialmente, mes lunar de unos 28 días, hoy en en promedio 30, es apenas una manera más sencilla de  parcelar al año en diferentes épocas (período escolar, receso laboral, etc.). Luego tenemos ciclos de años como el lustro, la década, la centuria, y al fin, los milenios. Una vez que esos ciclos se imponen, los conmemoramos. Al conmemorarlos, los contamos. Y es allí donde aparecen los números mágicos como el 2000.

El 2000 acaba con varios ciclos al mismo tiempo, la década, la centuria y el milenio. Ciclos, por otra parte, de raíz meramente matemática. Y eso sólo porque nuestro sistema de numeración posicional, emplea 10 dígitos y lo que se nos acaban son los dígitos y entonces comenzamos una nueva década, una nueva centuria, un nuevo milenio. En un sistema no posicional, como el romano donde dos mil es MM es muy difícil hallar una idea de ciclos. La elección de diez dígitos como base de nuestro sistema de numeración es de origen desconocida. En un sistema con 5 dígitos, como el empleado por muchas culturas indígenas, los ciclos se cumplen en potencias de cinco, a saber, 5, 25, 125, 625, etc. Otro detalle a tener en cuenta, es que recién se habrán cumplido los dos mil años del inicio del calendario el 31 de diciembre de 2000, comenzando el nuevo milenio el 1 de enero de 2001. Eso es porque no hay un año 0. (el primer año anterior al nacimiento de Cristo es el -1)

Intento mostrar con lo anterior, que detrás de nuestra escritura del número 2000 no hay nada mágico, y sí apenas, fortuito. De alguna forma, festejamos al sistema decimal de numeración. Tampoco lo hay respecto del origen del conteo de años. En el calendario judío, el 2000 será 5760 y para los musulmanes 1420. Es obvio que en otras civilizaciones y culturas hallaremos diferentes valores para el mismo año.

¿Y qué decir de pasadas circunstancias que hayan modificado el curso de la historia y ocurridas en años conspicuos? Nos gusta estudiar la historia según los ciclos que nosotros creamos, por ejemplo, en centurias. Y así hablámos de la historia del Siglo XX. Sin embargo, según el historiador Eric Hobsbawm, nuestro Siglo XX comenzó en 1914 y acabó en 1991, tomando en cuenta "procesos históricos", mientras que el XIX comenzó en 1780 y acabó en 1914. La historia no parece respetar nuestro sistema decimal.

¿Cuando ocurrieron hechos importantes para nuestra contemporaneidad? La Era Atómica comenzó en 1945, la Revolución Francesa, en 1789, América fue descubierta en 1492 y quien parió ese descubrimiento, la caída de Constantinopla en poder de los otomanos, ocurrió en 1453. El Imperio Romano fue dividido en 395, y en 476 cayó Roma por última vez y  acabó  el esplendor de  casi 700  años de gloria. Ninguna de estas cifras parece tener la simplicidad que tiene el número 2000.

Después que la URSS desapareció y el mundo quedó unipolarizado bajo la hegemonía norteamericana, los apocalipsis, armagedones y  doomsdays se basan generalmente en fenómenos naturales. Antes, gustaban más de hablar de la Tercera Guerra Mundial. Hoy, la destrucción del medio ambiente, sumado a fenómenos naturales exógenos (caída de asteroides) y endógenos (terremotos) son las causas más apuntadas para el fin del mundo, cuando no se agregan hechos económicos, como una universal quiebra del sistema bursátil.

El advenimiento del Siglo XXI ha disparado las profecías. Como ejercicio se puede entrar en un buscador de Internet y verificar que bajo la palabra doomsday hay varias decenas de miles de páginas registradas. Desde Nostradamus, pasando por los indios Hopi y llegando a los modernos espiritistas, todos tienen algo para decir sobre el fin del mundo a ocurrir con el milenio que comienza y que aparentemente tiene como hecho significativo e indicador, una alineación planetaria.

¿De qué se trata este fenómeno? Los nueve planetas que componen el Sistema Solar se encuentran aproximadamente ubicados sobre un plano. Este hecho permite que desde la Tierra los veamos desplazarse sobre una curva que llamamos Eclíptica. En teoría, entonces, podría darse un alineamiento de los planetas, ubicándose uno detrás del otro y haciendo que se superpongan para el observador terrestre. Desde un punto de vista simbólico, la alineación es más significativa si también el Sol se encuentra en ella (desde un punto de vista astronómico no, dado que la proximidad con el Sol hace que no pueda ser observada). En la práctica, la alineación de un planeta detrás del otro es un hecho sumamente improbable. De hecho, cuando se habla de una alineación se es lo suficientemente flexible como para aceptar que los planetas se ubiquen en un arco del cielo abarcando unos 30 grados, que corresponden a un sexto del cielo por encima del horizonte.  Por ese motivo, debiéramos llamarlos agrupamientos

El 5 de mayo de 2000 se producirá una de tales alineaciones planetarias que incluye a Mercurio, Venus, Marte, Jupiter, Saturno, Luna y Sol, dispersándose en un arco de 26 grados. ¿Cuán extraña es esta alineación ? Veintiocho han ocurrido con las mismas características entre el año 1 de nuestra era y la actualidad, en los años: 35, 53, 133, 193, 194, 232, 294, 332, 334, 473, 529, 531, 569, 710, 907, 909, 1007, 1186, 1284, 1285, 1483, 2 en 1524, 1624, 1662, 1821 y 1962. Además de la del año 2000, tendremos en 2040, 2100, 2438, 2516, 2 en 2675, 2775, 2814, 2816 y 2 en 2954. El mejor de todos estos agrupamientos ocurrió el 15 de septiembre de 1186, cuando los planetas se esparcieron en un arco de 11 grados. Estos agrupamientos sólo contemplan a los 5 planetas conocidos de la antigüedad más Sol y Luna.

Las alineaciones no tienen ninguna implicacion física. La masa del Sol es tan grande que no es equivocado decir que todo el Sistema Solar está contenido en el Sol, en primera aproximación. De todos modos, si la improbable y perfecta alineación de todos los planetas ocurriera algún día, el aumento de la fuerza gravitatoria sobre la Tierra sería de 1/6460 =0,000155 ó 0,01% por encima de la que actualmente ejerce el Sol. La insignificancia del número me ahorra cualquier comentario. Y por otra parte, el agrupamiento del 5 de mayo de 2000, tendrá una acción aún más pequeña.

El hombre siempre creyó ver su destino escrito en los cielos. La Astrología es una realización de esa necesidad. Sin embargo eventos astronómicos singulares no pueden correlacionarse con eventos históricos de relevancia universal. En 1054 estalló la Supernova que dió origen a la Nebulosa de Cangrejo, reportada por los chinos (extraño, siendo que los europeos estaban tan preocupados con el milenio). En 1572 una supernova es vista en toda Europa y estudiada por Tycho Brahe, en 1604 una nueva supernova aparece en el cielo europeo y esta vez es Johannes Keppler quien la estudia. En 1682, aparece un cometa al que Halley estudia y halla sus elementos orbitales, demostrando que se trata del mismo que apareció en Europa en 1607, 76  años antes. Por supuesto, más tarde, ese cometa llevará su nombre. Ninguno de estos hechos astronómicos singulares y ampliamente observados por la humanidad, pueden ser correlacionados de manera inequívoca con eventos históricos de igual importancia. Ls Estrella de Belén, a pesar de ingentes esfuerzos por parte de muchos astrónomos, algunos tan importantes como Johannes Keppler (padre de la astronomía moderna) jamás pudo ser hallada. Si fue una Nova o una SuperNova no ha dejado Remanente. Si fue un Cometa nunca más volvió a cruzar los cielos terrestres. En todo caso, el reporte de tan magno acontecimiento celeste apenas si aparece en los Evangelios Católicos.

También creyó el hombre en la existencia de los ciclos, como ya dije antes, algunos muy lógicos. Encontrar otros ciclos ha sido una práctica común de la humanidad, no objetable, por cierto. Sin embargo, pensar que por nuestro arbitrario sistema de numeración el Universo entero ha de modificarse, o dar mayor trascendencia a un fenómeno casi vulgar como las agrupaciones planetarias, no tiene sentido a los ojos de la ciencia.