Del Vacío Interior
Crónicas y racionalizaciones sobre la Tierra Hueca

Guillermo Giménez de Castro

Centro de Rádio Astronomia e Astrofísica Mackenzie
Universidade Presbiteriana Mackenzie
São Paulo, Brasil
guigue@craam.mackenzie.br

La pertinaz creencia en seres que habitan el interior de la Tierra desafía cualquier capacidad de explicación racional. Hueco, hoy por hoy no es la Tierra, apenas las ideas.


Los mitos celestiales son tan antiguos como la propia humanidad. Tan antiguos como ellos son los mitos de seres que habitan las profundidades de la Tierra. En contraposición a los ángeles del cielo, la tradición en general colocó a los demonios bajo la superficie. Como ejemplo tenemos al Infierno cristiano. Sin embargo los budistas del Asia Central crearon un reino maravilloso bajo nuestros pies al que bautizaron Agharta donde los seres son más bellos y más sabios que nosotros pobres humanos y cuyo Rey tiene el poder de leer nuestra alma. La ciencia ficción, de la mano de Julio Verne entre otros, también aportó su cuota de credulidad a la existencia de una Tierra Subterránea.
Una visión del agujero en los polos.

Novela y mito son ficciones y como tales no están sujetas a los procesos de validez científica. Pero para nuestra sopresa existen no pocas personas que aún hoy en día encuentran plausible que la Tierra es hueca y sueñan con una expedición a su interior donde esperan encontrar los más fabulosos tesoros y seres superiores y hasta la explicación del fenómeno OVNI. Según ellos dos inmensos agugeros en los polos proveen el pasaje hacia el interior, aunque también algunas cavernas alejadas de los polos servirían para llegar adentro. La Tierra sería en realidad una esfera hueca de 1300 km de espesor. En el interior habría un Sol de unos 1000 km de diámetro que daría luz y calor. La geografía de esta Tierra Interior (que algunos han bautizado de Agharta y otros de Koresh) sería bastante parecida a la de su hermana externa, con montañas, mares, ríos, etc.

Tal vez fue Edmund Halley (1656 - 1742), el científico inglés que estudió al cometa que leva su nombre, quien haya por primera vez hipotetizado científicamente una Tierra Hueca. Después de una serie de observaciones del campo magnético terrestre, llegó a la conclusión de que unas anomalías que él observó, podrían ser explicadas si la Tierra fuera compuesta de dos esferas, una externa hueca la otra interna sólida, cada una con diferentes ejes magnéticos. La ciencia olvidó rápido las ideas de Halley y desconozco si la anomalía magnética volvió a ser estudiada, aunque imagino que se debió más a los instrumentos rudimentarios que se poseía en aquella época. Pero el nombre de Halley suele ser citado por los adeptos de esta teoría como un argumento de autoridad. Por el contrario, distintos autodidactas fueron los emisarios de Agharta. En 1780 el norteamericano John Cleeves Symmes, se autoconvenció de la veracidad y lanzó una cruzada nacional para conseguir los fondos para una expedición al Polo Artico. Murió antes de que el gobierno destinara l300.000 USD al efecto, y que la expedición realmente partiera en 1838, aunque sus fines no fueran tan altruistas. En realidad las potencias mundiales estaban intentando ver la importancia de las únicas tierras aún no conquistadas: ambos casquetes polares. Al mando de Charles Wilkes, la expedición de 4 años sirvió para mostrar la enorme extensión geográfica del Artico, pero no halló ninguna señal de pasaje al interior.

Una visión esquemática de Agharta
Aún más mesiánico que Symmes, el también norteamericano Cyrus Read Teed, nacido en 1839, se convenció de que es imposible discernir matemáticamente si estamos dentro o fuera de una esfera y así concibió una Tierra cóncava, fuera de la cual sólo hay vacío. Es decir, nosotros viviríamos en el interior de un Universo Hueco. En el centro estaría el Sol, siendo los planetas y estrellas luminosos sólo porque reflejan la luz solar reflejada en la superficie de la Tierra cóncava. Esta Tierra recibió el nombre de Koresh que es la traducción hebrea de su propio nombre Cyrus. Teed llegó a crear una iglesia y sus adeptos continuaron hasta por lo menos 1982.

Con el albor del Siglo XX dos estudiosos norteamericanos, William Reed y Marshall Gardener, creyeron tener evidencias de la existencia de un mundo interior. Suele citarse el famoso hallazgo de un mamuth congelado en la estepa siberiana como un punto a favor de la teoría ya que estos animales no se habrían extinguido sino simplemente deplazado hacia el interior de la Tierra. El ejemplar hallado habría salido de dentro, perdido su camino, y bollado sobre un pedazo de hielo hasta aparecer en la Siberia muerto de frío.

Se dice que Hitler creía ciegamente en la teoría de la Tierra Hueca, en cuyo interior se encontraban los seres arios puros y perfectos que dominarían al mundo. Algunos creyentes piensan que el führer habría escapado de los soviéticos en 1945 y entrado en el interior de la Tierra. Un ex comandante de submarinos alemanes, después de acabada la Segunda Guerra Mundial, continuó con estas ideas que se cristalizaron en el Instituto Internacional de la Tierra Completa, que, entre otros objetivos, está reuniendo fondos para hacer una expedición al Polo Artico.

Hasta aquí un poco de la historia de la Tierra Hueca. Veamos el sustento teórico de las ideas. Mucho antes de la existencia de satélites artificiales que tomaran fotos de ambos polos dejando en claro que estos no tienen ningún orificio, ya se podía realizar el siguiente ejercicio mental: calcular el campo gravitatorio en el interior de la Tierra Hueca, o lo que es lo mismo, calcular cual sería el peso de una persona parada en el interior de la Tierra. Los estudiantes de física reconocerán que el problema es similar a calcular el campo eléctrico interior de una esfera hueca cargada uniformemente. Pues bien, la física sabe, por lo menos desde hace 200 años, que el campo interno es nulo. Es decir, en el interior de una esfera hueca el peso es cero y por lo tanto, los seres que allí estuviesen¡estarían flotando!. Imaginen ahora si colocamos un Sol interior lo que ocurriría: todos los seres serían atraidos hacia él y... ¡morirían calcinados! Existen pocos ejemplos de charlatanería pseudocientífica y de credulidad ingenua más conmovedores que este.
Richard E. Byrd

El resto de los argumentos son anécdotas menores. El primer hombre a sobrevolar los polos, el norteamericano Richard E. Byrd, no observó ningún agujero, pero en su informe posterior dijo haber "inspeccionado cerca de 26.000 km2 alrededor y más allá del polo". Esta simple frase con las palabras mas allá del polo son la base de un castillo de cristal sobre el que hasta se acusa al gobierno norteamericano de encubrimiento como en el caso de los OVNIs. Se afirma que Byrd entró en la Tierra Interna, lo que no se dice es si él fue o no conciente. Existe una supuesta grabación de la transmisión de Byrd mientras volaba el interior de la Tierra, captada en el estado de New York, EEUU, por un radio amateur. Es difícil explicar como la radiación electromagnética que se propaga en forma rectilínea podría haber escapado del interior. Hasta hace poco tiempo algunos creían que las auroras polares se producían por la luz de la estrella interior, cuando tenemos las evidencias observacionales de que las mismas se producen por la caida de partículas cargadas provenientes del Sol. Gracias a los satélites artificiales hoy podemos hasta trazar el camino de estas partículas.

La Tierra Hueca forma parte de nuestro folklore de ideas extravagantes, apoyada en mitos tan antiguos como la humanidad. Igual que su hermana lejana, la Teoría de la Tierra Plana (que contó con adeptos hasta adentrado el Siglo XX), tuvo en algún momento de su pasado cierto sustento científico. Es justamente esta cualidad lo que diferencia ciencia de pseudociencia. La primera está corrigiéndose a sí misma permanentemente. La segunda se aferra tozudamente a una idea y por siglos, sin interesarse por el cuerpo de conocimientos incorporado con el correr del tiempo, mantiene impertérrimamente sus afirmaciones que acaban siendo tan auténticas como un oráculo.


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